UNA EMOCIÓN LLAMADA TRISTEZA
“ A veces me siento desprotegido, triste y desamparado. No sé por qué me siento así, si yo soy una persona fuerte. Tengo un buen puesto de trabajo y enfrento todos los días situaciones difíciles, pero en ocasiones me inunda la tristeza y no me gusta nada sentirme así”.
Éste es un testimonio muy común. Cuando somos niños, necesitamos un cuidador que cubra todas nuestras necesidades, sobre todo a nivel emocional. Pero qué pasa si nuestra madre está deprimida. Si esto ocurre así, no podremos compartir nuestra tristeza y lo que haremos será ocultarla, evitarla, enterrarla o negarla.
Si la tristeza que sentimos de niños no recibe consuelo ni reconocimiento, será entonces como el cauce de un río que tapiamos con compuertas para que no se abran nunca. Puede que lloremos, pero esto lo haremos a escondidas. Cuando somos niños, ver la tristeza en nuestros cuidadores es algo terrible, porque esa persona no podrá estar volcada a nivel emocional con el niño, aunque seguro que a ese niño no le falta de nada, pero no habrá resonancia y sintonía con la emoción del niño.
La tristeza es una emoción que nos retrae hacia nuestro interior, generando en los demás una sensación de distancia y esa distancia es intolerable para un niño, que lo que necesita precisamente es esa cercanía para su supervivencia. Cierto es que cuando somos niños, si no tenemos de quién aprender a regular, aceptar e integrar nuestra tristeza, entonces la evitaremos o la enterraremos dentro de nosotros mismos. Pero esas emociones que no nos permitimos sentir y dejar salir, se quedan dentro de nosotros para siempre, entonces una parte de nosotros se sentirá triste, pero la aislaremos para no sentirla, aunque dentro de nosotros siempre estará ese niño triste que nos negamos a ser.
Si estamos muy desconectados de esa parte, entonces no tendremos conciencia de todo esto y notaremos a veces una tristeza que no sabemos de dónde viene. Nos sentiremos pequeñitos, desamparados, abandonados y solos, como si fuésemos ese niño al que nadie consolará. Sólo si rescatamos a esa parte de nosotros y la reintegramos, sólo entonces podrá marcharse y fluir.
Éste es un ejemplo de por qué puede venir esa tristeza, habiendo otras posibilidades que puedan generarla también, pero eso sí, todo en la línea del apego con el cuidador principal.